Querido Dios:
A veces se me da por pensar cómo será el Paraíso. Ya sé, Dios, ya sé que no va cualquiera, ya lo sé. Pero pongamos que uno se ha portado más bien que mal. Y que finalmente la cosa tiene premio.
¿Qué pusiste del otro lado? ¿Cómo será el asunto? ¿Será un único Cielo para todos? ¿Andaremos todos juntos, encontrándonos y despidiéndonos después? ¿O será más bien algo hecho como a medida, una especie de Cielo personal, para que uno vaya y le ponga lo que más le gusta, como cuando uno es chico y tu mamá te pregunta de qué quieres tu pastel de cumpleaños? O a lo mejor son las dos cosas: en la calle te encuentras con todos, y tu casa la armas a tu gusto.
Vaya uno a saber. Pero por si acaso, y supongamos que uno pueda hacer peticiones, yo ya tengo dos preparadas. Las tengo de memoria, por si acaso en el momento de rendirte cuentas me trabo y se me olvidan.
Primero: Quiero que transmitan los partidos del Toluca, pero por favor sin angeles vigilandome. Te lo pido por favor, mirá si pasa algúno de ellos y me cachan puteando al arbitro o al tarado ese que acaba de fallar un gol hecho. Se me va a armar un lío de novela contigo, y yo qué sé, lo menos es que me corras.
Y lo otro es que haya una cancha. Una cancha, ¿tu sabes como me gustan? Con el pastito bien verde y parejito. Capaz que ahí nadie juega. Capaz que andan todos en otra, cantando, tocando el arpa, tu debes saber las actividades allá arriba. Aunque no haya con quién juntarse a chutar, a mí no me importa. Pero que la cancha esté. Y que haya un balón, claro. Porque si voy al Cielo quiero hacer lo que más me gusta en la vida. Y otra cosa: que en la cancha llueva, porque con lluvia es más lindo. ¿Te imaginas? El trotecito corto. El agua resbalándome por la cara. El olor al pasto mojado. La bola cortita y al pie. ¿Qué más se te puede pedir, díme?
No te pido más nada, Dios. Lo demás que sea como tu lo dispongás. Pero por favor, en serio, por favor: que esté la cancha .
A veces se me da por pensar cómo será el Paraíso. Ya sé, Dios, ya sé que no va cualquiera, ya lo sé. Pero pongamos que uno se ha portado más bien que mal. Y que finalmente la cosa tiene premio.
¿Qué pusiste del otro lado? ¿Cómo será el asunto? ¿Será un único Cielo para todos? ¿Andaremos todos juntos, encontrándonos y despidiéndonos después? ¿O será más bien algo hecho como a medida, una especie de Cielo personal, para que uno vaya y le ponga lo que más le gusta, como cuando uno es chico y tu mamá te pregunta de qué quieres tu pastel de cumpleaños? O a lo mejor son las dos cosas: en la calle te encuentras con todos, y tu casa la armas a tu gusto.
Vaya uno a saber. Pero por si acaso, y supongamos que uno pueda hacer peticiones, yo ya tengo dos preparadas. Las tengo de memoria, por si acaso en el momento de rendirte cuentas me trabo y se me olvidan.
Primero: Quiero que transmitan los partidos del Toluca, pero por favor sin angeles vigilandome. Te lo pido por favor, mirá si pasa algúno de ellos y me cachan puteando al arbitro o al tarado ese que acaba de fallar un gol hecho. Se me va a armar un lío de novela contigo, y yo qué sé, lo menos es que me corras.
Y lo otro es que haya una cancha. Una cancha, ¿tu sabes como me gustan? Con el pastito bien verde y parejito. Capaz que ahí nadie juega. Capaz que andan todos en otra, cantando, tocando el arpa, tu debes saber las actividades allá arriba. Aunque no haya con quién juntarse a chutar, a mí no me importa. Pero que la cancha esté. Y que haya un balón, claro. Porque si voy al Cielo quiero hacer lo que más me gusta en la vida. Y otra cosa: que en la cancha llueva, porque con lluvia es más lindo. ¿Te imaginas? El trotecito corto. El agua resbalándome por la cara. El olor al pasto mojado. La bola cortita y al pie. ¿Qué más se te puede pedir, díme?
No te pido más nada, Dios. Lo demás que sea como tu lo dispongás. Pero por favor, en serio, por favor: que esté la cancha .
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